lunes, 6 de julio de 2009

Sobre el ser superior

florentino-perezUna de las cosas más interesantes que está sucediendo en el fútbol español actual, y de rebote en el fútbol europeo en general, es la vuelta de Don Florentino Pérez al club de su corazón, el Real Madrid. Es interesante por tres cuestiones: porque vuelve; porque está tratando asuntos deportivos con máximas financiero-económicas muy discutidas pero legítimas al fin y al cabo; y porque está llenando su club de los mejores jugadores de fútbol que, por ahora, rondan por el continente.

Servidor es barcelonista; normalmente tengo un punto de vista muy culé sobre todo lo que rodea al Real, aunque entiendo que Barça y Real, aun siendo vasos comunicantes, son dos cuerpos bien distintos con almas diferentes pero órganos y metas similares. Dicho eso, intento hacer una reflexión objetiva sobre lo que está acaeciendo en el Real últimamente, y por consiguiente en la Liga nuestra y en todos sus clubes –el Barça en primera línea, por supuesto–.

Florentino ya estuvo aquí. Ésa es la única verdad que puede rodearle, por ahora –el presente del fútbol es un acertijo, su futuro una (des)dichada incógnita–. Él sabe que el Real Madrid, para ser el más poderoso en Europa, debe serlo también en España; por eso, su máxima es buscar la manera más factible de cómo neutralizar a su archirrival directo (el FCBarcelona). Lo demostró en 2000, jodiendo, y nunca mejor dicho, tanto al jugador que fichó como a una afición que hizo, junto a su club, una travesía del desierto que duró cuatro largos años. En 2000, un Florentino Pérez poco conocido ganó, contra pronóstico, las elecciones de su club a un presidente que había ganado dos Champions (ahí es nada), jurando llevar a un capitán portugués del Barça –Luis Figo– al Real: desestabilizó al postnuñismo de Gaspart, que estaba en plena descomposición porque no había sabido cuajar los cambios coyunturales y estructurales del fútbol español y europeo de los primeros años del siglo XXI (Florentino y el Real, sí), y así dejó histérico e inestable al barcelonismo y, por ende, al Barcelona en sí mismo. Así, en 2001 el Real de Florentino hizo el famosísimo pelotazo de la antigua ciudad deportiva del Madrid para sanear las finanzas del club (normalmente hechas trizas); ganó la Liga y se trajo a Zidane. En 2002 hizo doblete y obras: Liga, la novena Champions y la construcción de la ciudad deportiva más grande y moderna de Europa, además de unos retoques en el estadio Santiago Bernabéu. En 2002 llevó a Ronaldo. Y en 2003, cuando el Barça se replanteaba su alma, se trajo a Beckham, jodiendo al recién electo presidente culé Laporta… o eso era lo que creía.

Porque si la primera etapa de Florentino –la segunda aún debe ser escrita– se divide en dos, es por culpa, entre otras cosas, del Barça: cuando el club blaugrana estaba enfermo, el Real era imbatible; cuando el Barça comenzó a tener fuerzas suficientes como para llegar a los primeros puestos de la tabla, el Real comenzó a tener problemas. Y esos problemas no eran exclusivamente internos: vestuario pijo, directiva complaciente, presidente convertido en ser superior, vaivén de entrenadores, fichajes extraños (ya no quedaban cracks por Europa porque ya estaban fichados, así que recalaron tipos como Owen o Walter Samuel) y palco convertido en Bolsa de Madrid. Esos problemas eran, también, externos: influencia de la prensa del corazón, mayor peso de los intereses económicos (en mayor medida relacionados con el tocho) por encima de los deportivos, prepotencia creciente y desestabilizadora de la prensa y demás mass-media madridistas, y mayor competitividad deportiva tanto en España como en Europa.

De hecho, de 2000 a 2003 el Real gana dos ligas y una Champions. Pero de 2003 a la dimisión de Florentino Pérez en 2006 el Real no gana nada en lo deportivo (aunque sigue siendo un poderoso compendio de intereses económicos): en 2004 se le escapa la Liga, que va al Valencia, quedando el Barcelona segundo y el Madrid cuarto por detrás del Deportivo; en noviembre de 2005 soporta un humillante y aplaudido 0-3 del Barcelona al Madrid en el Santiago Bernabéu; en la temporada 2006, él se fue prometiendo no volver.

Por lo visto, la presidencia de Ramón Calderón en el Real (2006-2009), un ex colega de Florentino Pérez –ahora enemigos desde 2006–, ha sido la preparación de la vuelta del ser superior. Según lo que cotillean las radios y los periodistas no afines a Florentino, el ser superior allanó el terreno para retomar el poder con mayores garantías de mandar sin los posibles problemas que tuvo en su primera etapa: ha consolidado su poder de decisión en los mass-media merengues, convirtiéndose en causa y efecto de las noticias que la prensa madridista vomita, y ha reforzado su poder de influencia en los órganos de poder económico –y por ende, político– de Madrid capital. Volvió sin hacer campaña y en dos semanas ya estaba como presidente del Real, hiendo cada tarde –él o Valdano– a una radio diferente para decir más o menos lo mismo: fichar a los mejores, convertir al Real en referencia deportiva mundial, ganar títulos y gloria. ¿Y qué estrategia sigue? La misma que cuando llegó por primera vez, pero con mayores garantías: neutralizar al Barça (el tricampeón de 2009, el que ha “destrozado” al Real con un 2-6 bestial, y mejor entidad deportiva del mundo ahora mismo) en todo: reventando el mercado de fichajes, pujar por los fichajes del Barça, amenazar con pagar cláusulas de jugadores culés, apareciendo en todos los medios como protagonista de las noticias. Y por ahora lo está consiguiendo gracias al mal savoir-faire de los directivos del Barça (deslegitimados por gran parte del barcelonismo).

La temporada 2009-10 se presenta muy interesante gracias al ser superior. En España se pasearán los mejores jugadores de fútbol del mundo. Será apasionante ver clásicos. El nivel futbolístico de España subirá como la espuma.

Un último apunte: fijaos que el Real se parece a una república presidencialista, pues manda más el presidente que el entrenador; mientras que en Barça es todo lo contrario, el presidente está deslegitimado por la afición y los socios, mientras que el “peso” del liderazgo recae sobre el entrenador Guardiola, convirtiéndose el Barça en una especie de república parlamentaria donde manda más el grueso de la afición con un líder elegido por ellos e “invitado” acertadamente por el presidente para guiar el estado de ánimo del barcelonismo. Lo que suceda en el futuro lo decidirá el destino.

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