lunes, 9 de enero de 2012

Napolitano & Monti


Desde el miércoles 16 de Noviembre 2011 Italia cuenta con un primer ministro que no proviene de ningún partido, que no fue votado en las elecciones legislativas, que fue propuesto y puesto por el presidente de la República, Giogio Napolitano, para, textualmente, salvar a Italia. Desde España se ha criticado mucho este nombramiento, se ha visto como una confabulación de las finanzas internacionales comandadas por el banco americano Goldman Sachs, el cual tuvo en sus filas al profesor Monti, igual que al profesor Papademos, neo premier griego. Éste, y no otro, ha sido el comentario crítico más utilizado en España, y también por muchos italianos y europeos, para demonizar al profesor Mario Monti (Varese, 1943). Pues bien, a mí me gusta este señor, y os explicaré porqué.

Primero de todo debemos hacernos una obligada pregunta: ¿Qué había antes de Monti? Todos lo sabemos: un gobierno de centro-derecha presidido por un señor de la gran industria mediática (entre otras), famoso por su simpatía con para las mujeres y bufón de medio continente y planeta, el bienaventurado Silvio Berlusconi (Milán, 1936). Su gobierno gozaba desde 2008 de una aparentemente sólida mayoría casi absoluta, apoyada por los federalistas norteños irredentos y chabacanos de la Lega Nord. Delante de Silvio, la nada: una izquierda moderada dispuesta en dos partidos distintos, el Partito Democratico (PD) e Italia dei Valori (IdV), el primero con un politburó gerontocrático que mira más a China que a Occidente y, el segundo, el partido personal del juez Antonio di Pietro, martillo de los devaneos corruptos de la casta política en la década de 1990.

La mayoría parlamentaria del centro-derecha berlusconiano era pobre, inestable (¿estabilidad en la bota? Bueno, depende de cómo y cuándo), siempre al tanto de las ambiciones particulares de sus honorables diputados. Mientras, el presidente del Consejo de Ministros paseaba por los caminos de la vergüenza ajena sin preocupación, de juzgado mediático a juzgado ordinario, relatando sus vivencias con niñas y chiquillas. Ante sus narices divertidas, una oposición poco seria, envejecida y deslegitimizada. Encima de este mundo de opereta, un animal político como pocos que quedan en Italia: el presidente de la República, Giorgio Napolitano (Nápoles, 1925), hombre institución, de porte tranquilo y firme, quien goza del 80% del apoyo popular según el Istat (instituto de la estadística italiano). Él, hombre octogenario, quien luchó contra los fascistas durante la II Guerra Mundial; él, quien siguió los parámetros comunistas moderados de Amendola en la corriente migliorista del Partito Comunista Italiano; él, quien fue ministro de varias carteras, presidente de la Cámara de Diputados en 1992 a 1996; él, quien también estuvo en el Parlamento Europeo entre 1989 y 1992; él, mirando cómo el capitalismo financiero anarcoide se iba comiendo a Berlusconi y su gobierno, fue tejiendo una telaraña política con clase y sin la casta.

Harto de la casta que desde 1948 se ha adueñado de la clase política italiana, dispuesta a todo clientelismo para calentar sillones y sofás de palacios varios, Napolitano habló en Marzo 2011 con los presidentes de las Cámaras, Gianfranco Fini y Renato Schifani, y más tarde con varias personalidades de la industria, de los sindicatos, de los intelectuales afincados en universidades y demás centros de estudio de prestigio de Milán, Florencia, Roma, Venecia, Turín, Nápoles, Palermo…, sin olvidar la curia vaticana. Meses de política desde el palacio del Quirinale, sin que la casta supiese nada, o intuyese poco. En el extranjero, desde Berlín, París y Washington, incluso desde Pekín, se esperaba un movimiento del presidente de la República, quien debía apartar de un manotazo a Silvio y poner a un técnico. Y sucedió: el jueves 10 de Noviembre 2011 el profesor Mario Monti, rector de la Bocconi de Milán, centro de estudios económicos y financieros importantísimo del norte italiano, comisario del Mercado Interior entre 1995-99 y de la Competencia entre 1999 y 2004, fue nombrado por sorpresa senador vitalicio (senatore a vita): podía ser investido premier en cualquier momento a propuesta del presidente de la República, y puede llegar a ser investido presidente de la República cuando Napolitano deje el cargo en 2013 por imperativo constitucional.

Mi defensa de Mario Monti estriba, por tanto, en el hecho de que es, principalmente, un técnico, o tecnócrata. En Italia esta nomenclatura tiene un significado más positivo que negativo, pues Italia ha sido más una democracia desde su unificación, en 1865, que una dictadura (la única que hubo fueron los veinte y tantos años de Mussolini, 1922-45), y siempre que se ha necesitado imponer estabilidad en un país dado al teatrino, se ha necesitado un técnico formado en centros de estudio desligados de la casta pero muy cercanos a las clases intelectuales de distinto signo. Decir que el gobierno de Monti es tecnócrata de derechas es mentir. Es un gobierno puramente técnico, sin partidos pero sustentando en casi todos ellos (PdL, PD, IdV, UdC le apoyan), con ministras y ministros provenientes del profesorado universitario, algunos de ellos con pasado sindicalista, otros con pasado cerca de la patronal Confindustria. Es, pues, un gobierno del Presidente de la República Giorgio Napolitano. Un sureño y un norteño al mando desde el centro de la península itálica. Fue el comunista Napolitano quien decidió imprimir un tono más presidencialista, un puñetazo encima de la mesa, para ordenar las cosas que la casta política iba destrozando, delante de una opinión pública cada vez más molesta con los políticos. De hecho, el Napolitano presidente de la República ha atacado siempre, de forma cortés, velada, los privilegios de la casta (materiales y morales), y, miren por dónde, es su primer ministro a dedo, Monti, quien sigue las pautas pactadas con él.

Sí, Italia es un teatro, un mundo aparte, lleno de misterio y divertimento a partes iguales, pero no podemos caer en la tentación de juzgar todo aquello que no conocemos. El premier Monti está intentando llevar a cabo un programa de gobierno que el profesor Monti seguramente criticaría, por estar demasiado maniatado a los vaivenes de la política entendida como sucesión de consensos y estructuras; el premier Monti le está diciendo al profesor Monti que las cosas de palacio van muy, demasiado, despacio, en la República Italiana, pero, al fin y al cabo, van y no se paran.

No hay comentarios: