miércoles, 3 de noviembre de 2010

Sobre la Argentina


Hablar de Argentina sin ser argentino o sin haber conocido jamás un ápice ínfimo de lo que significa ser argentino es tarea harto ardua y hasta puede parecer ofensiva para los argentinos. Pero amparándome en la libertad de razonamiento, me atrevo a opinar de esta selva apasionante, compleja y tragicómica llamada Argentina y compuesta políticamente por un movimiento, plataforma, establishment, llamado peronismo.

Hace unos días leí de un escritor argentino, cuyo nombre no recuerdo, la queja de que los europeos no podemos entender el peronismo. Y pienso que tiene razón. Yo no llego a entenderlo, tal vez porque es ideológica y estructuralmente tan transversal. Por lo que sabemos aquí nació queriendo ser corporativista, jugó a ser neoliberal y desde Kirchner es socialdemócrata. Algunos dicen que es la amalgama de las tres cosas más los muchísimos egos de los políticos, empresarios y militares argentinos identificados con la justicia social, más algunos sindicalistas, más los mitos de sus creadores (Juan Domingo Perón y su esposa Evita), más las pasiones tragicómicas tan típicas del tango. Fascinante. Único en el mundo occidental: el Partido Justicialista no parece ser un partido en el sentido estricto de la palabra, sino una plataforma enorme, un escenario que impregna todas las instituciones argentinas, empezando por Buenos Aires, y tocándolo todo con esta especie de nacionalismo argentino que juega a denominarse también peronismo. ¿Y un movimiento? Tal vez, posiblemente solo cuando ha deparado buenas políticas para la Argentina, como las que impuso Néstor Kirchner en 2003 olvidando las consignas enfermas del FMI y mirando de levantar la economía a partir de más intervención estatal.

Ahora el kircherismo, un peronismo evolucionado, parece una cabeza (CFK) sin cuerpo (NK). ¿Tiene contenido? Cristina Fernández, buena política según me explican amigos argentinos, tiene la oportunidad de darle contenido a sus políticas más allá del protagonismo en la sombra del hombre que la enviuda. Veremos. Personalmente, espero que, de una vez por todas, ese país vuelva a ser la potencia que ochenta años atrás decía ser. Aunque mucho me temo que por su carácter latino, y como España, Italia, Francia, y todos los demás países latinos del globo, se abandonará a emociones perniciosas para todos y cada uno, siguiendo su alma de tango: un baile, al fin y al cabo.

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